Ángeles en la tragedia de Armero

ÁNGELES EN LA TRAGEDIA DE ARMERO... EL ANGELITO QUE DEL BARRO
VOLÓ A MI HOGAR…

Este libro narra una historia, para algunos, muy cerca de la ficción; para mí, un hecho sobrenatural y milagroso que, de no ser porque su artífice es el ángel que sobrevivió a aquella terrible noche del trece de noviembre de mil novecientos ochenta y cinco, cuando ocurrió la tragedia de Armero, ni yo misma la creería, dadas las circunstancias inconcebibles y lo dantesco de ese terrible episodio, el cual cambió para bien, el transcurrir de mi vida y el de mi familia.

Es la evocación del más doloroso acontecer que, llenos de terror e impotencia, padecieron aproximadamente 45.611 indefensos compatriotas de toda la región, entre los que se cuentan 20.611 heridos y algo más de 25.000 personas a quienes la fiereza de la naturaleza  arrebató sus vidas, sin  alcanzar a advertir la razón por la cual el volcán nevado del Ruiz decidía sobre su destino y sobre su trágica desaparición, en parte acolitada por la indiferencia y la ineptitud de las autoridades, ya que se trataba de una tragedia anunciada.

Es un homenaje al ángel que, en medio del dolor y con la pérdida de su familia,  llenó el espacio de amor que de años atrás reservamos mi esposo y yo para una segunda hija, a quien amorosamente llamamos “El Ángel del Barro” por haber sido extraída del “fatídico lodo milagroso” durante la erupción del volcán del Ruiz, cuando un rescatista la avistó agarrada a la raíz de un árbol, cubierta por el fango y luchando por defender una mínima posibilidad de sobrevivir, sosteniendo su cabeza valientemente por fuera del lodo, enseñándole al mundo que la fuerza de la naturaleza también tiene sus preferidos y que su segunda oportunidad de vida saciaría el incontenible deseo de una familia que, llena de amor, recorría centros atestados de niños tratando de satisfacer una obsesión…    

Es, muy especialmente, la intención de dejar un testimonio de vida y una demostración de que ser padres es mucho más que una función biológica; que en el corazón no existen  diferencias con relación al amor que sentimos hacia los hijos; que nuestro ángel extraído del barro logró su inmediata integración en un hogar, común y corriente, pleno de alegría, de vivencias y de gratos recuerdos que, además, me dispongo a  compartir con los lectores y muy especialmente con mis nietos, y que, a la fecha en que empecé a contar esta historia, ha logrado, igual que sus tres nuevos hermanos, un exitoso  desarrollo moral, intelectual y físico.

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